martes, 15 de julio de 2008

El origen de todos los males

Esta semana criticamos la total falta de rigor científico con la que se maneja el problema del cambio climático en los medios de comunicación, lo que ha llevado al surgimiento de un nuevo movimiento social: millones de personas se dicen concienciadas, pero lo cierto es que la mayoría no sabe de qué es consciente.

En mi opinión, pocos animales han sido tan injustamente maltratados a lo largo de la Historia como los pobres chivos. Parece ser que un antiguo ritual judío consistía en elegir al azar dos de estos animales y mientras uno era sacrificado y entregado así a Yahveh, al otro, se le hacía cargar simbólicamente con todas las culpas del pueblo de Israel y se abandonaba, entre insultos y pedradas, en el desierto, donde tarde o temprano terminaría por ir a parar a manos de Azazel (el diablo). Tales acciones tenían dos consecuencias importantes: las conciencias de los israelitas quedaban periódicamente limpias de toda mancha y los desiertos de los alrededores iban jalonándose de calaveras de chivo.

Si bien los tiempos han cambiado mucho desde entonces, la conciencia de la gente sigue ensuciándose con la misma indecente facilidad. Y ahora que los productos de higiene moral tradicionales como rezar dos docenas de padrenuestros o peregrinar de rodillas a la recóndita hermita de algún santo, ya no atraen al gran público, hay que recurrir de nuevo al milenario e infalible método del chivo expiatorio. Sin embargo, los de hoy en día son chivos abstractos; abominables entes metafíscos creados ad hoc como George Bush, Ben Ladden o Michael Jackson, que cargan sobre sus doloridos hombros con los pecados de 6700 millones de fieles y gentiles; ricos y pobres; gordos, flacos y lombricientos; negros, blancos y amarillos -aunque lo cierto es que la gran mayoría son amarillos, flacos, pobres y gentiles-.

Hace quince años tan sólo, me consta que cualquier investigador en meteorología que hablase de cambio climático era motivo de mofa entre sus compañeros. Tan sólo unos pocos visionarios cuyos trabajos se leían con gran escepticismo y espíritu crítico, advertían de las apocalípticas consecuencias de la subida generalizada de las temperaturas como consecuencia de las emisiones continuas de gases de efecto invernadero a la atmósfera (y aún así, lo hacían con mucha prudencia). La reacción del gran público ante tales amenazas provenía sólo de grupos de jóvenes exaltados neo-hippies (también llamados ecologistas) cuyas originales protestas se exhibían en los telediarios como artículo de entretenimiento, justo después de los deportes y antes del telecupón.

Pero el caso es que los escépticos hacían muy bien en desconfiar. Ser escéptico y tener espíritu crítico es gran parte del trabajo de un científico. Que las emisiones de gases de efecto invernadero producen un aumento generalizado de las temperaturas es incuestionable, pero ¿de qué aumento estamos hablando? ¿Un grado? ¿Medio grado? ¿Un billón? "Habría que hacer cálculos" respondería cualquier experto que se precie, "pero hacerlos no es nada sencillo", cabría añadir. Habría que combinar toda la potencia de cálculo posible con un modelo, lo suficientemente simple como para poder controlarse y lo suficientemente intrincado y versátil como para representar la infinita complejidad de un sistema caótico (en el sentido matemático de la palabra) como es la atmósfera terrestre; y esa es una tarea poco menos que imposible.

Sin embargo, como todo el mundo sabe, los mejores físicos teóricos y los más expertos programadores del mundo, trabajan como empleados de la limpieza en la redacción de los periódicos y en sus ratos libres, ejectutan magníficas simulaciones con superordenadores que ocultan en el cuarto de las escobas. Por este motivo, periódicos e informativos televisivos y radiofónicos resultan estar mucho mejor informados acerca de los detalles concretos de las catastróficas consecuencias del cambio climático, que los propios investigadores de primera línea que llevan toda la vida trabajando en el asunto.

No sólo es del dominio público el número de grados que aumentará la temperatura (aunque he escuchado varias versiones; la más reciente son cinco grados), sino también el número de personas que morirán como consecuencia del ascenso del nivel del agua, los miles de millones que se perderán en agricultura, los devastadores daños de tormentas tropicales y huracanes en las latitudes más insospechadas, los sectores industriales que se hundirán irremisiblemente en la miseria y los que saldrán beneficiados, como las empresas de construcción de lanchas y las de confección de pantalones pesqueros.

Todo esto, tiene inmediatas consecuencias en la maleable conciencia social y su impacto, manejado con tacto, bien puede ser una inagotable fuente de negocio: los coches ecológicos, los detergentes y suavizantes que ahorran agua, los desodorantes respetuosos con la capa de ozono, los macroconciertos cuyo margen de beneficios es generosamente donado por los organizadores para la plantación de doscientos pinos, los calzoncillos con filtro incorporado para no emitir metano a la atmósfera y un largo ecétera de estupideces que se nos venden a diario como remedio al gran problema del cambio climático.

Es lo único que necesitamos para ser felices: un chivo expiatorio como George W. Bush Jr. (que bien es la reencarnación de Satanás o bien un redomado imbécil) y la posibilidad de comprar bulas en forma de producto ecológico para purgar nuestras culpas. ¡Y ya está! ¡La conciencia de la gente queda libre de toda mancha! Y entre tanto, el clima sigue degenerando en un insondable enigma, que algunas de las mentes más brillantes de la Tierra tratan de descifrar, mientras 6700 millones de personas vivimos a un ritmo furioso, pisoteándonos los unos a los otros en una orgía de petróleo, sangre y CO2, incapaces de soportar la incomodísima idea de que la causa última de los problemas medioambientales que padece (y padecerá) nuestro planeta no es la naturaleza malvada de un oligofrénico yanqui o la de los grandes magnates del mundo industrial, sino nuestra salvaje actividad cotidiana; el enfermizo afán de la sociedad del siglo XXI por saciar su enorme apetito consumista: una sociedad insostenible, egoísta y autodestructiva que no cambiará por muchos tratados medioambientales que se firmen o muchos macroconciertos que se celebren.

Claro, que si eventualmente fuésemos conscientes de esta incómoda verdad, bastaría con escoger al azar otro chivo del corral y condenarlo al destierro, acusándolo, con la infinita satisfacción que otorga la tranquilidad de conciencia, de ser el origen de todos los males.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace un par de días que lei tu artículo la verdad que bastante interesante, pero no me había animado a comentarlo. Sin embargo recientemente y con motivo de la Universidad de Verano de Adeje (que por cierto aprovecho para criticar que se utilice este término para estos cursos, puesto que no existe una "Universidad de Adeje" ni "Universidad de La Palma" y sobretodo porque la LOU para garantizar que no se comentan fraudes con la utilización de esta denominación restringe su uso)han salido publicados unos artículos (véase http://www2.ull.es/images/prensa_escaneados/2008/di160708elcambio.jpg y http://www2.ull.es/images/prensa_escaneados/2008/di170708eldinero.jpg ) interesantes sobre el "cambio climático" desde una perspectiva escéptica y crítica (para aquellos que lo obvien son características inherente al método científico) haciendo alusión a como "el falso consenso" y "lo políticamente correcto" repercuten en algunas decisiones. Sostienen la tesis de la falta de datos que corroboren la existencia del cambio climático, afirman haber cada vez más investigaciones que cuestionan este fenómeno y que estas expectativas pudieran estar motivadas por intereses económicos particulares.
Desde mi conocimiento la verdad que me sorprende. Los planteamientos que conocía (desde una lógica propia de una persona lega en esta materia) que explicaban el cambio climático parecían potentes, siempre y cuando los datos y las correlaciones estadísticas no fueran ficticios, sin embargo que nos planteen estas alternativas es chocante y obliga a uno a plantearse serie de cuestiones. Pero caemos en lo mismo, son los medios de comunicación de masa los que acostumbran a dar noticias como verdades absolutas nunca contemplan las críticas o si lo hacen es de manera más bien pobre y sin duda están influidos (por más que nos quieran vender la moto) por ideologías.
Eso me recuerda a la noticia que hace poco salió sobre el origen de la homosexualidad, el eterno debate que tenemos en algunas ciencias sobre la heredabilidad o aprendizaje de ciertas dimensiones humanas. Hace los resultados de una investigación en anatomía concluyeron en la existencia de diferencias en el tamaño de la amígdala, pues bueno a priori está probada esa diferencia, pero en ningún caso se puede sostener que esas diferencias biológicas sean causada por genes (por ahora), pues este debate que todavía existe (aunque me consta que es una cuestión que ha perdido mucho interés) no se ha resulto. En cambio los medios de comunicación ya tenían la prueba y la teoría irrefutable “LA HOMOSEXUALIDAD ES HEREDADA”, la verdad que vendría bien que se diera en los Planes de Estudio de las titulaciones de Periodismo alguna asignatura de Filosofía de la Ciencia, sería una contribución a la sociedad.

Un Saludo
Unomás

Anónimo dijo...

Juas!! sí, sería un gran paso dar "método científico" en lugar de "religión" o, en su defecto "ética/actividades de estudio/no hacer nada unas cuantas horas a la semana" ... pero, teniendo en cuenta lo que aprenden los alumnos de las universidades en las mismas, me parecería hasta contraproducente tildar a un periodista de "versado en los designios científicos" ... uff!! no van a dejar de ser sensacionalistas!! y se les cuestionaría menos!! aagh!!!

Anónimo dijo...

Por Cierto, me gustó mucho el Texo, Sr. Panterilla!!

Anónimo dijo...

Buenas

Me gustaría dejar patente que en el sistema termodinámico que es la atmósfera la mayor fuente de energía y perturbación de esta misma es el Sol. Aunque emitiéramos cantidades aun más grandes de CO2 que las actuales realmente el efecto no sería tan grande como el que provocaría el Sol entrando en un ciclo de actividad baja. Vamos una mini-glaciación.
Por otro lado, no critiques el "consumismo desenfrenado o salvaje" no lo recuerdo bien y otras tonterías varias que cacarean gran parte de esa gente que luego no duda de comprarse unos trapitos de 200 euros. Por lo que he leido eres bastante más inteligente para dejarte llevar por tonterías de ese estilo.
Aquí la cosa esta de este modo; ¿renunciarías a tu estilo de vida...? no se porqué me huelo la respuesta. Ese consumismo que criticas, es criticar el afán de mejorar y medrar que tienen gran parte de los mortales.
Bueno, que me he extendido en demasía. Muy buen artículo, Mr. Pink.
Saludos

Anónimo dijo...

He llegado un tanto tarde a leer y comentar este completo artículo que trata un tema tan candente e importante para la especie humana como es el calentamiento global.
Por qué no me sorprenderá comprobar por n-ésima vez que el ser humano se cree y se creerá el maldito ombligo del mundo. Creo demasiada la cantidad de poder que ostentamos, tanto a nivel individual como grupal. Podemos usar infinidad de recursos para satisfacer lo que a nosotros nos complace llamar 'necesidades' y, sin embargo, nos olvidamos por completo de que no somos los únicos habitantes de este planeta. ¡No estamos solos! ¿No es eso lo que muchos querían saber? Pues ahí teneís la gran revelación.
Os informo que muy cerca de vosotros, tal vez con asomaros a la ventana, podéis asistir al milagro de la vida, casi en cualquiera de sus formas. Eso sí, no te aseguro que sea agraddable a la vista.
Nos pasa tan desapercibida su presencia, buena influencia, y constancia que apenas nos percatamos de su existencia. Ya es hora de abrir los ojos, de mirar, y no de ver; de comprender, y no de pretender entender o hacer entender sencillamente lo que nos conviene de cara a nuestros intereses, la mayoría retorcidos y perversos para con el medio ambiente y todos cuantos seres lo conforman.
Así, no puedo finalizar sin antes captar por última vez tu atención, querido lector, porque podemos preocuparnos por 'qué pasará si...', pero de nada nos sirve eso si no somos capaces de ver el daño que CONSTANTEMENTE, causamos a nuestro entorno y todos esos seres que contribuyen de muy buena gana (aunque por nada del mundo debieran) a facilitarnos nuestra ostentosa vida.
Ya está bien, abrid los ojos.

Anónimo dijo...

es cierto, hay que empezar por cortar el uso de las malignas pildoras anticonceptivas que suben lo menos 5ºC la temperatura del artico al año