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Al parecer, para avanzar en la legislación en materia de emisiones de gases de efecto invernadero en EE.UU, era preciso solicitar un informe a la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) en el que se indagase sobre si los gases de efecto invernadero son contaminantes y nocivos, en cuyo caso habría que empezar (por fin) a regular las emisiones. Como no podía ser de otra forma, las conclusiones del informe respaldaban enérgicamente estos puntos. Además de analizar el impacto medioambiental negativo de los gases de efecto invernadero, dedicaba extensas secciones a favor de la regulación de emisiones de los mismos prediciendo incluso importantísimos beneficios económicos en algunos sectores. Por ejemplo, en automoción, se podrían producir entre $500 billones y $2 trillones (billones y trillones yanquis, ya saben) de beneficios económicos en 32 años.
No obstante, las fortísimas presiones de la Casa Blanca sobre la EPA lograron que eliminase de su informe estas recomendaciones sobre la viabilidad de una regulación en las emisiones. En palabras de uno de los miembros del EPA: “That’s not what the administration wants to show. They want to show that the Clean Air Act (ley de regulación medioambiental) can’t work.”
Tras sucesivas correcciones y recortes, el informe quedó en un simple e-mail sin estatus oficial. Sorprendentemente en diciembre, la Casa Blanca rechazó aceptar las conclusiones de la EPA, declarando que no se abriría ni leería el mensaje. De este modo, Bush ha dado con la fórmula definitiva para acabar con el problema del calentamiento global: ignorarlo. La EPA presentará finalmente esta semana una versión corregida de su informe del que han sido retiradas todas las conclusiones y las referencias a favor de una regulación en las emisiones.
Si quieren más información, pueden leer un completísimo artículo sobre este increíble despropósito en el New York Times.