domingo, 6 de abril de 2008

I'm singing under rain...

Tras dos semanas instalados en la comedia, hoy nos pasamos a uno de los dramas psicológicamente más duros y geniales que ha dado la historia del cine; otra obra de arte surgida de la fértil demencia de Stanley Kubrick. Nos referimos, por supuesto, a...


La naranja mecánica

Sin ninguna duda, merece la pena padecer este viaje psicotrópico a los dominios de la locura para poder disfrutar de la máxima expresión del talento del controvertido Stanley Kubrick. Pero se trata de un viaje no exento de peligros, debo advertir.

En nuestro anterior post dedicado a El Resplandor, ya comentábamos los elementos fundamentales que hacen de las películas de Kubrick inimitables obras de arte. En esta ocasión, nos invita a introducirnos de lleno en un Londres retrofuturista y extraño a través de una sucesión de tomas plásticas cargadas de simbolismo. El sólo diseño de la producción y la increíble originalidad de la puesta en escena ya son toda una demostración de genialidad. Sin embargo, debemos añadir todavía a esto un impecable trabajo tras la cámara que hace partícipe al espectador de un intenso sondeo a las profundidades de la mente perturbada del ultra-violento protagonista Alex. Un recurso tan convencional como la voz en off se yuxtapone con elementos narrativos puramente experimentales como las brutales palizas rodadas a cámara lenta acompañadas de música del divino, divino Ludwig van Beethoven o los repentinos flashes que reproducen los perversos frutos de la imaginación de Alex. Además de la violencia, el sexo es también omnipresente en la película (como diría Alex, sesiones de mete-saca, mete-saca). Sus escenas explícitas hicieron que fuese calificada X inicialmente en su estreno en los Estados Unidos. Tras recortar 30 segundos de metraje, pudo reestrenarse recibiendo esta vez una calificación R.

Además de sobre el colosal trabajo de Kubrick, La naranja mecánica se sustenta sobre una antológica interpretación de Malcolm McDowell (Alex) que hace creíble y lo que es más, comprensible, a un personaje extremo que disfruta salvajemente con la violencia más inhumana. Pero, como no podía ser de otra forma, trabajando con Kubrick, el pobre McDowell no lo tuvo nada fácil. En las escenas en las que se obliga a Alex a visionar películas manteniéndole abiertos los párpados con un aparatoso sistema de alambres, se rayó una córnea y estuvo temporalmente ciego. Justo antes de ser puesto en libertad, en la escena de la demostración pública de los resultados del tratamiento, le rompieron varias costillas. Por último, en la toma en la que se reencuentra con sus drugos y éstos le sumergen la cabeza en un tanque de agua, estuvo a punto de morir ahogado. También como curiosidad del rodaje, cabe decir que Kubrick grabó la secuencia en que Alex intenta suicidarse, arrojando una cámara por la ventana de un tercer piso.

Pero quizás lo más valioso de La naranja mecánica no provenga puramente del plano técnico y artísitico sino del conceptual. Aunque no he leído la novela original de Anthony Burgess, se dice que esta adaptación es fiel salvo en pequeños detalles puntuales, de modo que en este aspecto, el verdadero mérito sería de Burgess y no de Kubrick. El caso es que la película nos plantea un rico dilema moral ¿El lícito acabar con la violencia a cualquier precio? ¿Aún habiendo practicado una violencia extrema e injustificable, verdaderamente merece un criminal ser privado del libre albedrío hasta el punto de negarle la posibilidad de defenderse? ¿Es admisible modificar radicalmente la personalidad de un individuo? ¿Quién dicta los límites?

Aquellos de ustedes que se vean capaces de soportar una devastadora dureza psicológica durante algo más de dos horas, no duden en videar esta magnífica joya de la iconografía cinematográfica: una de las más grandes películas de todos los tiempos.

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Videoclub Scorpio

2 comentarios:

La Pantera Rosa dijo...

Como curiosidad adicional, cabe decir que los Simpson han parodiado La naraja mecánica en dos episodios. En un especial de Halloween, Bart se disfraza de Alex. En un episodio en que Lisa trata de demostrar que su hermano es más tonto que un hámster, coloca electrodos en un pastel y su hermano se electrocuta una y otra vez al tocarlo. Traumatizado tras la experiencia, días más tarde, intenta coger dos pasteles y queda paralizado, igual que Alex tras su tratamiento cuando tiende las manos a los pechos de una chica y es icapaz de tocarlos.

teneosteo dijo...

Pantera Rosa, He visto la película y he leido el libro. La película de Kubrick es prácticamente fiel al libro en toda su extensión salvo el último capítulo. Es decir, que los finales son diferentes. Ahora no recuerdo cómo eran esos finales pero sí recuerdo que el final de la película se come el capítulo 21 del libro. ¡Habrá que leerselo!