Tras la afirmación de que ha aumentado espectacularmente el gasto en I+D en España en los últimos años se oculta una verdad escandalosa: esa inversión ha sido primordialmente en desarrollo militar poniéndonos a la cabeza de Europa y sólo por detrás de EE.UU en este campo
La democracia se desmorona. Se mire a donde se mire, puede verse con claridad cómo países con una fuerte y sana tradición democrática se van convirtiendo en regímenes belicistas en los que los escasos debates y controversias de los estadistas consisten en decidir cuándo y contra quién aplicar la acción militar. La diplomacia internacional se transforma gradualmente (pero sin pausas) en el bello y delicado arte de amenazar con cortesía (o sin ella) y la población en general, decepcionada y aburrida, tiende a sumirse en un espeluznante sopor autista al calor del resplandeciente brillo de las pantallas de sus televisores. La impotencia se convierte en conformismo, el conformismo en pasotismo y el pasotismo en oligofrenia.
Sin embargo, tenemos la sensación de que en nuestra querida madre Europa estamos a salvo. En teoría, gozamos de amplias libertades sociales y además, los derechos universales los llevamos incorporados de serie en el chip del DNI (a diferencia de EE.UU donde no existe, por ejemplo, derecho a la vida). Nos preocupa el cambio climático, somos abanderados de la Paz mundial y de las soluciones pacíficas y negociadas a todos los conflictos y la gente participa acaloradamente en los debates políticos más abstractos (y absurdos) imaginables. Sentimos que podemos permitirnos el lujo de mirar por encima del hombro y con cierta lástima al resto del mundo que se hunde irremisiblemente en la barbarie.
Cuando digo Europa, digo también España, claro: un país que respira modernidad, tolerancia y libertades para todos los gustos. Un país ejemplar. Un país fuerte. Un país solidario. Un país con dos cojones.
Si nos centramos en la investigación y en la inversión en Universidades y en promocionar la cultura (que en un país tan estupendo debieran de ser enormes), nos encontramos con datos muy alentadores. Por ejemplo: "La I+D en España recibió un 26% más en 2006 que en 2005". Magnífico. Respiremos aliviados y autocomplacidos un instante. Cojamos la lupa. Limpiemos la lente. Pasemos a leer la letra pequeña. "Ese incremento de un 26% ha sido absorbido por el sector de la investigación militar". Mala cosa. Sigamos leyendo a ver si se arregla más adelante. "Sólo 5 empresas vinculadas a la investigación militar reciben el doble que todas las Universidades españolas y el CSIC para la investigación civil". Pues no, no mejora nada. De hecho, la situación pinta mucho peor. Pero esperen, que sigue. Cojamos aire. Respiremos hondo. ¿Listos? Vamos allá: "España es el 2º país del mundo que más porcentaje dedica a investigación militar" Y sigue: "...pero el 2º de la OCDE que menos dedica a I+D civil". ¡Mierda!, ¡Españoles teníamos que ser!
Estoy de acuerdo con cualquier persona razonable en que los porcentajes y las estadísticas son recopiladas de fuentes más o menos fidedignas por imbéciles que las mezclan y las agitan hasta llegar al punto de que no se puede leer dos artículos en los que los números coincidan. Sin embargo, cuando todos los números hablan de una misma tendencia y los órdenes de magnitud son similares en todas las fuentes consultadas, estamos ante una realidad innegable.
Zapatero hizo una promesa electoral que le ha venido saliendo cara: desglosar los gastos de I+D militar separadamente de los de investigación de verdad, ya que en la era Aznar, las cuentas aparecían espectacularmente hichadas y se exibían triunfalmente como un gran mérito ante la perpleja mirada vidriosa de nuestros famélicos y desnutridos investigadores.
Lamentablemente, no tuvo nuestro presidente la audacia suficiente para reducir el gasto militar e invertir en ciencia y tecnología útil y que así, su promesa electoral sirviese para mejorar su imagen a la vista de la gente civilizada sino que siguió las tendencias de su bigotudo predecesor.
He estado un buen rato buscando una palabra que describa, de forma adecuada a mi forma de pensar, a los miembros que configuran el aparato político en España (y parte del extranjero) tanto en el gobierno como en la oposición (y más allá) y he tenido que optar por escribir lo siguiente: La investigación científica, es algo demasiado serio como para confiar su financiación a cualquier comemierda.
Para qué investigar si tenemos a Íker Jiménez. Mientras España se llame España y ondeen abundantes banderitas de colores en todos los ayuntamientos; mientras tengamos himno nacional y no nos eliminen de la Eurocopa para poder escucharlo y cantarlo antes de los partidos; mientras tengamos un ratito los domingos para ir a escuchar qué cuentan los curas en misa y mientras nos aguanten las piernas las cinco horas de pie haciendo cola a las puertas del INEM, ¿a quién le importan los jóvenes investigadores? Con la cantidad de temas de conversación que hay y con lo caro que está todo ¡Que se fastidien!
Sólo queda una opción. Hacer las maletas y emigrar al mundo civilizado. Y los pocos que tengan la suerte de quedarse e investigar sin estrecheces, lo harán a punta de pistola.
sábado, 9 de febrero de 2008
A punta de pistola
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Sección: Editorial
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1 comentario:
Vaya fichaje diez se ha conseguido mi brother. Me gusta como escribes, sigue así.
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